En una emotiva y ancestral tradición, los habitantes indígenas nahuas de Atlamajalcingo del Río recibieron a sus difuntos en la entrada del pueblo, en una ceremonia llena de luz, aroma y recuerdos familiares. Durante la vigilia nocturna, el pueblo se iluminó con velas y veladoras, mientras los residentes adornaban el camino con flores de cempasúchil, símbolo de la conexión entre el mundo de los vivos y los muertos.
La ceremonia incluyó cánticos tradicionales y el aroma del incienso, que invadió el aire, creando una atmósfera de reverencia y cariño hacia los seres queridos que ya no están físicamente. Esta práctica, que se ha transmitido de generación en generación, permite a las familias reunirse una vez más con sus ancestros y recordar que, a pesar de la muerte, sus hogares y tradiciones siguen vivos.
La festividad no solo es un momento de recuerdo, sino también de agradecimiento por la vida compartida, en la que los espíritus de los difuntos continúan siendo parte activa de las vidas de quienes los recuerdan. En Atlamajalcingo del Río, el Día de Muertos no es solo una tradición, es una conexión espiritual que sigue manteniendo unidas a las familias, honrando su historia y su identidad cultural.
Una vez más, el pueblo demuestra la riqueza de sus costumbres, un legado que sigue intacto y lleno de significado, generación tras generación.
