
La llamada austeridad republicana, bandera política de Morena, se desmorona en Guerrero con el actuar del contralor José Francisco González Sánchez, quien parece haber convertido la Secretaría de Contraloría y Transparencia Gubernamental en caja chica de sus excesos personales.
El funcionario, que debería vigilar el correcto uso del erario, ha sido exhibido en múltiples ocasiones disfrutando de una vida de lujos, privilegios y derroche a costa del pueblo guerrerense. Apenas este fin de semana, González Sánchez fue visto en el bar Marco’s Steak House en Acapulco, donde, junto a amigos y familiares, protagonizó una velada que rebasó los 200 mil pesos de consumo. La sospecha es clara: la cuenta no salió de su bolsillo, sino de recursos públicos, que paradójicamente son los que su oficina debería auditar.
La escena era digna de película de narco de tercera: puros importados de Cuba y República Dominicana, valuados en 5 mil pesos cada uno, camisas de diseñador, zapatos italianos y copas servidas sin límite. Afuera, los esperaban camionetas blindadas y vehículos de lujo, escoltas incluidos, como si se tratara de un capo en lugar de un funcionario del “gobierno de la transformación”.
Pero la parranda nocturna es solo la punta del iceberg. Testimonios confirman que en horario laboral el contralor se da el lujo de jugar golf en los campos de Vidanta, utilizando membresías de Protur como si fueran parte de sus prestaciones personales. Incluso en el gimnasio, donde se pasea entre máquinas y espejos, lo acompañan escoltas que paga el erario.
La pregunta es inevitable: ¿qué autoridad moral tiene un contralor que gasta en un fin de semana lo que cientos de familias guerrerenses no logran juntar en un año?
Mientras el estado arrastra cifras alarmantes de pobreza, marginación y desigualdad, los discursos de transparencia y austeridad del gobierno estatal se diluyen entre humo de puros caros y risas de funcionarios que han hecho del poder un banquete eterno.
José Francisco González Sánchez encarna la contradicción de un sistema que se dice del pueblo, pero que en los hechos vive a costa del pueblo. Guerrero no se hunde por destino, sino por políticos que prefieren el golf a la rendición de cuentas, el derroche a la honestidad y el lujo al servicio público.