
El reciente accidente del vuelo AI171 de Air India, que se estrelló segundos después del despegue en Ahmedabad y dejó más de 270 muertos, ha puesto bajo escrutinio al Boeing 787 Dreamliner, una aeronave que hasta ahora era considerada una de las más seguras del mundo.
El Dreamliner fue diseñado a inicios de los años 2000 como una solución a los altos costos del combustible y la necesidad de rutas más eficientes. Construido con materiales compuestos, motores modernos y sistemas eléctricos más ligeros, prometía reducir el consumo y la huella sonora, y se convirtió en símbolo de una nueva era en la aviación. Desde su entrada en operación en 2011, había transportado a más de mil millones de pasajeros sin un solo accidente fatal.
Sin embargo, el modelo ha sido objeto de denuncias internas desde hace años. John Barnett, exgerente de calidad en la planta de Carolina del Sur, alertó sobre el uso de piezas defectuosas y presiones para ignorar fallas con tal de mantener el ritmo de producción. Denunció la presencia de virutas metálicas en áreas sensibles del avión y la instalación de componentes fuera de norma. En 2024, Barnett fue encontrado muerto mientras sostenía una demanda contra Boeing.
Otros empleados también acusaron malas prácticas en la fabricación. Sam Salehpour, ingeniero de Boeing, declaró ante el Senado de Estados Unidos que más de mil aviones podrían tener defectos estructurales no corregidos. La FAA ha reconocido la existencia de algunos de estos problemas, como fallas en la unión del fuselaje y fugas de agua en compartimientos eléctricos.
Boeing ha defendido la integridad del Dreamliner, asegurando que todas las fallas han sido evaluadas y corregidas bajo la supervisión de los reguladores. Algunos analistas sostienen que, tras 16 años en operación, un defecto grave ya se habría manifestado.
La causa del accidente del vuelo AI171 aún se investiga. Las autoridades ya recuperaron la caja negra y no han descartado ninguna hipótesis. La tragedia, sin embargo, revive un debate de fondo: ¿ha priorizado Boeing la velocidad de entrega y la rentabilidad por encima de la seguridad?
Para la industria y para los pasajeros, la confianza en el fabricante vuelve a estar en juego.